domingo, 13 de noviembre de 2011

Males de amor y enfermedades incurables.


Mátame, reviéntame las venas

de un tiro o dos justo con esas palabras a la cabeza.

Rapta al mundo y déjame sola

ándate sonriendo a la desesperada pared de carne

entre los huesos caídos, entre tu humo estúpido

y esa piel tuya carnosa y maltratada.

Amor...

que llueva en mi cabeza,

que se me laven los sesos de a uno

[recomendablemente con un shampoo perfumado

de afásicas ideas].

Corre entre esos árboles artificiales

y las sombras de mis caderas, piérdete.

Jamás volverás a ser mi canción favorita.

De juegos jugados groseros queda sólo el reflejo,

fantasmagórico te has vuelto

destructor de recuerdos

avaro con tus tormentos, volando más lejos de mi alcance

fecundo de fe y caricias con amor y caramelo.

Miéntete e invéntame sumida en delirios ajenos.

Todo lo merezco y todo lo aborrezco

nada deseo, todo lo pierdo.

Para que recalcar que he muerto si eso más que un

echarme en la tumba, es un hecho.

Olvídate de las sombras, de mis abrazos y de las lágrimas,

olvídate de mis ojos pesados, ríndele culto a la mucama de bellas ligas,

porque no me perdiste, me ultrajaste el alma atormentada

y la abandonaste a las palabras vagas y usadas, la soltaste como garrocha

a la basura de los días de calor y recuerdos atorados en las sienes,

en las almohadas, en la gente, en tu mente.

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