La última palabra que le dedicaste a tu vida fue un "adiós", ni una mirada, ni una explicación, simplemente adiós. Un corazón en pedazos y un adiós. Ni lágrimas, ni razones, sólo un adiós.
Muchas veces miraste atrás, muchas veces lastimaste, muchas veces recordaste, muchas noches te atormentaste. Sigues armando esos recuerdos vacíos, esos recuerdos de infancia dolorosa y solitaria. Jamás podrás arreglar lo que nunca estuvo bien. Un adiós demasiado temprano, un final demasiado cercano al comienzo.
Cada día ibas borrando tus sueños, cada noche tratabas de purgar las culpas. Insomne pequeña, pobre niña, tus ropas están manchadas y algo torturadas.
Sufrías con lágrimas que jamás rodaron por las mejillas, lágrimas que se fueron juntando en el mar que finalmente te va ahogando, siempre ahogando. Y quieres vivir la infancia eterna, te niegas a dejarla, ¡quieres vivir!, te niegas a dejarla, porque la necesitas, ¡¡¡devuélvemela!!!
Y el adiós vuelve a retumbar en tu mente, una vez, dos veces, mil veces...como tu derrota perpetua, pero ahora ya puedes llorar y llorarás toda la eternidad.
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